domingo, 25 de octubre de 2009

Día XX

Instinto Materno.

Nunca antes tuvo experiencia de parto, ni siquiera recuerda a su madre ni a sus hermanos ni a ningún pariente cercano que pudiera haberle servido de experiencia. ¿Como entonces supo que hacer?.

Las escenas que verán mas adelante las tuve que editar y recortar pues son un poco crudas pero están llenas de magia, milagro, vida. Es difícil intentar explicarlo con palabras, no hay palabra en nuestro alfabeto capaz de sintetizar lo que mis ojos vieron, y fue tal la experiencia que por unos minutos me olvidé de grabar escenas que les tengo que intentar describir.

Las contracciones empezaron como a las 8 de la mañana creo yo, pues ya la sentí inquieta y angustiada, le costaba respirar con normalidad y en su tranquila desesperación caminaba de un lado al otro sin parar. No creo que supiera bien lo que pasaba, pero sabía lo que tenía que hacer. Decidió bajar las escaleras en busca de algo, pero se arrepintió y volvió al segundo piso. El momento había llegado, el parto daba su inicio, y aquí empieza la magia: sin necesidad de ayuda médica se puso en posición y con mucho cuidado ayudaba a su pequeño a salir de su vientre, hubieron varias pausas como podrán apreciar, finalmente salió pero no se movía, y empezó la desesperación, tanto de ella como de nosotros. Nuestra camarógrafa no pudo seguir, bajo las escaleras y dejó la grabación. En ese instante fui por la cámara para continuar la labor, mientras la madre desesperada subía y bajaba las escaleras como pensando que hacer, gemía levemente como hablando a su interior....¿que hago? ¿que hago?... y de pronto ese instinto materno le iluminó de extremo a extremo el cuerpo, volvió con su pequeño que yacía inerte y le dio masajes al corazón a intervalos de 5 segundos entre golpe y golpe, al principio el pequeño sólo se movía por la fuerza de los golpes, y de pronto, el milagro: el pequeño reacciona a los masajes y sus pulmones se inflan con una bocanada de aire que sale casi al instante de haber entrado en su pequeño cuerpo. Hubiera querido tener su serenidad, pero les juro que aunque tenía la cámara en mano, no fui capaz de grabar un segundo, estaba petrificado de asombro viendo todo lo que pasaba. Ella pareció volver a la vida, pero sin emitir el grito de alegría que yo hubiera supuesto, continuó con los masajes, esta vez mas pausados. Una vez, otra mas, y otra, hasta que por fin los latidos tocaron un ritmo de vida, el pequeño salió de su inercia y empezó a moverse, la madre al fin pudo dar una vuelta en círculo para volver junto a su cría, se echó junto a el y lo rodeo con su cuerpo, disfrutando de la magia de la vida.


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