martes, 10 de noviembre de 2009

Día XXXVI

Un amigo vale mas.

En mi adolescencia aprendí esta lección de la única manera en que las cosas importantes quedan marcadas en tu aura: participando de la experiencia desde el núcleo mismo.

Era el primer año de Universidad, y decidimos hacer el típico viaje de estudios de Colegio, pero esta vez sin profesores y mas "maduros". En aquellos tiempos, antes de salir del Colegio se estilaba el típico viaje de una semana Lima-Arequipa-Cuzco-Lima (los mas osados incluían Puno). Hoy los chicos ya no se contentan con eso... EE.UU, Brasil, Argentina, Francia, ... ¡pobres de nosotros los padres!

Por supuesto que nuestro viaje incluiría Puno, y además sin un programa de visitas arqueológicas, no tendríamos mucho dinero, pero las ganas de pasarlo bien compensarían todo eso. Y lo mejor de todo, es que saldríamos de distintos puntos, a distintos tiempos, a encontrarnos azarosamente durante la travesía (consideremos el arcaico pero importante hecho de que no existían los teléfonos celulares).

De Lima partí en bus con un amigo rumbo a Arequipa, destino principal: el aniversario de la ciudad en Cerro Juli. Durante el día podías encontrarte con algunas caras conocidas, pero en la noche estábamos todos juntos. Grandes amnésicos momentos.

Siguiente parada: Puno por tren. Espectacular. Ni siquiera los escasos grados bajo cero afuera y los elevados grados sobre cero en nuestra sangre fueron capaces de evitar que apreciáramos el paisaje bordeando el Misti desde los 2.500 msnm a los casi 4.000 msnm del Titicaca. Pero ya en Puno, algunos paseos turísticos y nuestro juvenil intento por desafiar a la naturaleza hicieron mella sobre mi organismo. Después entendería por que en Puno nadie sale a tomarse un trago después de las 9 de la noche, pero en ese momento la fiebre y el malestar no me dejaban pensar con claridad. Un día entero postrado en una litera de bajo presupuesto, una noche interminable desafiando a la gravedad climática, afuera los grados disminuían pero dentro de mi cuerpo subían. A la mañana siguiente ya no podía mas, y un buen amigo decidió llevarme de regreso, el problema es que ahora entendimos el valor de los imprevistos. Casi sin dinero, conseguimos 2 pasajes en bus de Puno a Arequipa. Tendría que ser mas fácil bajar desde la altura, pensé. Grave error, el viaje en bus fue interminable y tortuoso, cada vez que me vencía el sueño, mis trenta y tantos grados de temperatura chocaban contra el hielo que se formaba en la ventana del bus y me hacían retroceder instantáneamente. Mi amigo luchaba por mantenerme despierto y controlarme la fiebre, aunque ninguno de los 2 teníamos idea de cuan grave podría ser, pues claramente un botiquín no era parte de nuestro equipaje. Y todo esto empeoraba cada cierto tramo en que éramos detenidos por distintos grupos armados, pues aunque el terrorismo en el Perú ya había empezado a retroceder, los caminos del interior aún eran campo de batalla entre la guardia nacional y los grupos terroristas. Nunca supimos quien nos paraba en cada tramo.

Pero no todo fue oscuro, pues al amanecer del día siguiente fui testigo de uno de los espectáculos naturales mas hermosos que recuerdo. El bus bordea literalmente el Misti, bajando de la ciudad de Puno a Arequipa, y al rayar el alba se posiciona justo bajo las faldas del majestuoso volcán, a quien el astro rey está saludando con un halo multicolor. Magnífico.

De vuelta en Arequipa, el tema salud mejoró, pero el problema económico empeoró, y aquí es donde viene la lección: Decidí finalmente gastar las últimas monedas llamando a casa en busca de auxilio, hablé con mi padre, y él instantáneamente me dio un nombre, un teléfono y una dirección a donde acudir. Fui a conversar con su amigo siguiendo sus instrucciones, y mis problemas desaparecieron, mágicamente pudimos comer bien, desaparecer la fiebre, conseguir pasajes de regreso a Lima y además dinero para el viaje de regreso.

Durante el tiempo que conversé con el amigo de mi padre, el me contó maravillas de mi papá, de lo agradecido que estaba con el, de la deuda impagable que tenía con mi padre, y no por que alguna vez le hubiera prestado dinero, no. Simplemente una deuda de amistad. "En cierto momento de mi vida, tu padre me extendió la mano abiertamente y sin condiciones, como hizo siempre con todas las personas que conocía".

Un amigo vale mas que un millón de oro.



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