martes, 3 de noviembre de 2009

Día XXIX

Besar a un hombre

Era quizás muy pequeño para darme cuenta de lo que me intentaba perder, de lo que intentaba dejar, de lo que quería cambiar. Antes no te lo cuestionas, es simplemente un acto normal, casi de rutina, unas veces con mas entusiasmo que otras, unas veces con mas amor que otras, pero finalmente un acto tan habitual como acostarse cada noche y despertar cada mañana para ir al colegio.

Pero el colegio y los amigos cumplen su rol en la formación y enseñanza de uno, es como la cuota de vida que se suma a la doctrina de los profesores y a la inyección de valores que tus padres te transfieren día a día. Y toda esa mezcla que debiera emerger como un solo fluido de aprendizaje, tiende en cierta etapa de tu vida a contraponerse como el agua y el aceite.

Algo me decía que no debía seguir haciéndolo, al principio me alejé varios metros del resto para que no se viera en la oscuridad de la noche que lo besaba, y un día pretendí no hacerlo, y ese día escuché aquellas palabras que me marcaron profundamente, me sentí herido, pero no por lo que me había dicho, sino por haberlo herido a el.

"¿Te avergüenza darme un beso frente a tus amigos?" Quedé helado, pensé en decir que si, o mas bien en decir que no, y al final tomé la decisión correcta y lo besé nuevamente. Y de ahi y para siempre cada vez con más cariño y orgullo.

Pasaron los años, una noche estaba con mis amigos en casa y el llegó, y me paré a saludarlo y darle un beso en la mejilla como siempre. Uno de mis amigos comentó: "¿Sabes? una de las cosas que mas admiro de ti es que desde que te conozco, jamás has dejado de saludar a tu viejo con un beso". Todos callamos un instante, yo me devolví a buscar a mi padre para invitarle una cerveza y el como otras tantas veces se sentó a compartir con nosotros.

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