viernes, 6 de noviembre de 2009

Día XXXII

Antú

...y así las noches se me hicieron mas cortas, mas familiares.

Con el paso de los años nació nuestro segundo hijo, Antú. Lleno de energía y vitalidad, tan distinta mente parecido a Kuyén. Ella la paz y tranquilidad, el la algarabía y el júbilo, y ambos tan de piel, tan sensiblemente cercanos a papá y mamá, tan complementarios como el día y la noche, individualmente auténticos, únicos, propios, y en conjunto un ente distinto e independiente, un justo balance entre las personalidades de ambos para lograr la armonía, justo como el sol y la luna.

Antú me llenó de vitalidad y energía. Cuando mis fuerzas fallan en el fulgor de la batalla, pienso en él, y se me ilumina el aura, siento fluir una energía desde lo mas profundo de mi ser hasta cada extremidad y soy capaz de derrotar yo solo a todos mis enemigos. Algo tan simple y tan difícil de explicar, anhelo tanto llegar a casa, pues no importa cuan cansado esté ni a que hora llegue, el me recibe con la risa y alegría intactas, y no hay lugar para mi adolorido cansancio, simplemente soy capaz de empezar todo de nuevo una y otra vez.

Antú es como el despertar cada mañana, si está nublado y no logramos ver el sol, no nos sentimos completos, pero basta que sus primeros rayos toquen un punto de nuestra piel para llenarnos de una energía que se esparce a través de cada poro y hacia el interior, inundando de alegría nuestro corazón.

Siempre activo, siempre radiante, siempre listo para jugar, siempre Antú.

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