lunes, 9 de noviembre de 2009

Día XXXV

La Caída del Muro.

Nada podía salir mal, de hecho así fue. Son tiempos de libertad, son tiempos de expandir la mente hasta el fin de los planos emocionales, y un muro no puede ser quien impida nuestra visión. No en esta era.

Marchamos desde temprano, con decisión y conocedores de nuestro destino, con la mente puesta en el objetivo y la esperanza de ver al final del día expandido nuestro horizonte inmediato. Nada podía detenernos, es así cuando reunimos nuestras fuerzas y dejamos de ser seres individuales para formar una sola unidad, el canto del grupo retumba en nuestro corazón llevando el compás de nuestras piernas que marchan al ritmo del grupo ajenos a nuestra voluntad. No hay marcha atrás, y mientras mas nos acercamos al muro mas grandes nos sentimos, absorbemos la inmensidad de la pared para transformarla en energía, la energía que utilizaremos para doblegar aquella pared.

Nos espera la gloria. Nos espera un nuevo mundo, un sin fin de emociones y conocimientos que tenemos reprimidos. Una vez que logremos derribar esa pared, seremos capaces de entender lo que hay al otro lado, lo que hay en la otra dimensión, lo que siente, quiere y necesita esa otra persona a quien tanto amamos, y entonces, solo entonces, estaremos completos.

Todos construimos nuestro propio muro a lo largo del tiempo. Cada ladrillo en la pared existe por que nosotros permitimos que así sea. Son lecciones que aprender, el muro crece y crece y se llena de cosas desconocidas, que no queremos comprender, que no queremos conocer, que no queremos enfrentar. Finalmente, siempre es mas fácil colocar otro ladrillo en la pared.

Pero inevitablemente, llegará el día en que tenemos que enfrentarnos a esa pared, en que tenemos que decidir si vivir dentro de sus paredes cada vez mas asfixiantes o atravesamos el muro hacia el exterior.


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